viernes, 31 de julio de 2015

Viene de dentro #3

He vivido durante más de dos décadas y aún soy incapaz de enfrentarme a ese sabor angustioso que te aliña los despertares, a la transición que sufren nuestros ojos ante la luz y a ese aletargamiento muscular. He llegado a la conclusión de que se me da mal vivir, no estoy hecho para ello. Se me da mal gestionar la rutina debido a mi carencia de ambición, a que la pirámide social me es indiferente y a que unos papeles no justificarán mi inteligencia. Soy dado a los vicios y ellos son considerados conmigo, soy un vicioso. Amo la sensación del alcohol embriagando y amoldando mi cuerpo, el cómo es capaz de suprimir mis limitaciones sociales y esa capacidad que tiene de olvidar o maximizar todo. Aún con todo el amor que le profeso no es ni por asomo el mayor de mis vicios, sí, se trata del sexo. La danza al unísono de dos cuerpos que están dispuestos a entregar su prohibido a cambio de saciar ese instinto primitivo. Sentir y contemplar un orgasmo son experiencias que llenan por completo el vacío que siempre he disimulado. No consigo comprender en qué rincón de mi historia se inició esta lujuria desmedida, sólo sé que me ha causado terribles problemas.

Pensad en una cáscara vacía llena de grietas que por mucho que intentes llenarla de ti 
siempre acaba volviendo a su estado original.