lunes, 23 de marzo de 2015

El diario de Nearly #7

Los vecinos debían estar más que acostumbrados a este tipo de alborotos y si no era así, había conseguido impresionarme. La música estaba lo suficientemente elevada como para sentir el suelo temblar, nuestras voces apenas se apreciaban. Lo único que distinguíamos era el contorno y las facciones del otro. Estábamos tan cerca y el momento antes del beso se había alargado tanto que perdí los papeles. Agarré sus muslos alzando su cuerpo, una vez rodeó mi cuello con sus brazos y mi cintura con sus piernas, me besó apasionadamente. Sus tiernos labios se volvían locos al sentir mi lengua serpentear entre ellos, sin un exceso de pasión los besos sobrarían. Anduve hacia una de las paredes para apoyarla y poder apegarnos aún más. Al golpear su espalda con uno de los posters éste se rajó, al notarlo finalizó el contacto bucal con un tirante mordisco en mi labio inferior.
- Yo te mato, hijo de puta. - Bramó en mi oído.
Aproveché para succionar su cuello hasta el punto de soportar como intentaba escapar de mí. El resultado fue una marca negruzca con forma de nudillo y el dejar a mi compañera totalmente atontada. Solté su muslo derecho y quedó colgando. Lamí los dedos de mi mano libre e hice que los chupara por completo, sentí como creaba una increíble presión con sus mejillas. Mis dedos salieron de su boca y aprecié en el agitado movimiento de su pecho como su respiración se había acelerado, algo me decía que hacía bastante tiempo que nadie revolucionaba su cuerpo de esa manera.
- Tan sólo acabo de empezar. - La humedad de los dedos unidos facilitaba el circular roce con su clítoris. - Relájate pequeña. - El agarre de sus brazos se fortalecía quedando nuestros oídos junto a nuestras bocas. Podía escuchar como su respiración estaba entrecortada por gemiditos.
- Quiero... - Tragó saliva al notar la boca seca. - ... que me folles.
Llevaba ya el recuerdo de un centenar de gemidos hasta que suplicó ser penetrada. Introduje dos dedos en su chorreante vagina y solté el muslo que la sostenía. Sus pies quedaron flotando.
- JODER. - Un quejido desorbitado acompañado por una mueca de lujuriosa desesperación terminaron por incendiar lo poco que quedaba de mi cordura.
Cual gata aferró sus uñas en mi biceps, introduciéndose éstas en mi piel. Elevé su cuerpo aún más, intensificando sus facciones hasta el extremo de presenciar como un ligero hilo de saliva caía por la comisura de sus labios. Descendí la mano al notar que empezaba a cansarme pero en un último esfuerzo la volví a levantar antes de que la punta de sus dedos tocara el suelo. Por un momento creí que una lluvia de fluidos pringaría nuestros pies, pero no fue así. El trayecto que recorrieron sus uñas había sido totalmente desgarrado, delicados senderos de sangre morían desprendiéndose al suelo. Finalmente la dejé caer.
Entre bruscas convulsiones reposó su cabeza sobre mi pecho, estaba totalmente seguro de que había soportado el orgasmo que la hubiera dejado fuera de combate. Observé con atención mi tan cansado como dolorido brazo y distinguí en la oscuridad las sanguinolentas lágrimas, me excitaba.
- Pequeña perra... - Giraba con lentitud el miembro superior para analizar la decena de marcas.
Aterricé con mi espalda tras recibir un inesperado empujón, uno de sus pies detenía el retroceso de uno de los míos. Cayó sobre mí impulsada por la potencia que empleó. Antes de que pudiera reaccionar estaba sentada sobre mi entrepierna y de nuevo una de sus manos apretaba mi cuello.
Una de las canciones acabó, la furiosa tormenta era el interludio entre cada tema.
- El único perro eres tú. - Lamía la sangre de sus dedos mostrando su lengua. - Estoy preparada para domarte.
Agarré su muñeca y comencé a reír con el poco aire del que disponía. Tal risa fue interrumpida al sentir como masturbaba con su coño la totalidad de mi erecto miembro, lo estaba empapando. Cerré los ojos sincronizando su movimiento con el de mi cadera, sentí sus uñas clavarse en mi cuello; entreabrí los ojos. Cualquier muestra de control intentaría mitigarla. Éste era su juego, pretendía arrancarle el brazo al domador del zoo.
En un sorprendente acto de misericordia dejó que volviera a respirar. Estiró su espalda, se puso en cuclillas sobre el ancho falo y lo colocó totalmente en vertical a las puertas de su prieta vagina. Descendió encontrando lo difícil que resultaba que entrara por muy mojada que estuviera, aquel impedimiento tan sólo nos hizo enloquecer aún más. En ese momento lo comprendí.

Irina no deseaba realmente el control, quería someter mi dominación al extremo siendo dominante. Aprendió a luchar sólo para que le golpeara aún más fuerte.
Era una sumisa viciosa.
Mis inmóviles brazos tomaron vida sólo para empujar sus caderas hacia la base de mi pene, atravesándola por completo. Sus piernas temblaban, sus labios dejaban escapar el estruendo de un ensordecedor grito; si no hubiera sujetado su cintura con mis manos se habría desplomado.



martes, 17 de marzo de 2015

El diario de Nearly #6

Para mi sorpresa no encontré el más incómodo de los silencios, un leve chasquido proveniente de su boca colapsó la escena. Acto seguido se sentó sobre mi abdomen y llevó sus garras a mi cuello, apretándolo con saña.
- No juegues con mi amor. - Colocó su frente en la mía dando un golpe seco. - Cuando no conoces su locura.
Intenté articular palabra pero el nudo de sus manos empezaba a dejarme sin respiración.
- No. - Separó lentamente su frente y pude encontrar en su mirada una rabia animal. - No vas a escapar de aquí hasta que yo esté satisfecha. Me lo debes. - Usó las pocas fuerzas que le quedaban por depositar en un último empujón directo a mi garganta, tras ello separó sus manos temblorosas. Respiré profundamente intentando así remediar el dolor que sentía. Era consciente de que me soltaría más temprano que tarde por lo que no me alteré, decidí hacer como si no hubiera pasado nada.
- Dejemos de perder el tiempo entonces. - Por un momento había olvidado mi particular código moral, no podía dejarla insatisfecha por mucho que supiera el mal que desencadenaría con ello. - Voy a enjabonarte. - Realicé un leve ademán con la cabeza indicándole que se alejara de mí.
Sin separar su recelosa vista de mi cara retrocedió sobre mi cuerpo hasta encontrar a pocos centímetros un obstáculo que chocó contra una de sus nalgas. Un leve respingo por parte de Irina me hizo soltar una carcajada. Su reacción ante la pregunta había provocado mucho más que mi cambio de asimilar la situación.
- Aquí no. - Sentenció deteniendo mi risotada.
- ¿Por qué? - Susurré con picardía golpeando el miembro una y otra vez contra ella.
Las limitaciones que tiene hacerlo en un medio acuático y reducido, no tener sus sorpresas a mano y ante todo no poder dormir conmigo; eran el problema. Si follábamos allí seguramente quedaría satisfecha y yo me iría a mi casa, quería algo más que sexo, me quería a mí.
- Mi bañera, mis reglas. - Esquivó el faro y comenzó a enjabonar su cuerpo, le quité el bote y eché el verdoso gel en mis manos.
Acariciar cada ápice de su cuerpo pertenece a esas experiencias que jamás olvidaré, cada sutil reacción, lo suave que podía llegar a ser su blanquecina piel, cada bella marca. Por unos momentos recordé la sensación de haberla amado, como cuando vuelves a ver aquellas viejas fotos de cuando eras un niño. Por su parte me hizo lo mismo ayudándose con sus pechos. Descubrí que guardaba un cariño enorme por Irina, aún siendo la persona que más me había complicado la vida, aún siendo la persona a la que más le había complicado la vida. Mientras masajeaba mi rizado cabello no pude evitar recordar que aquel ritual no era de su agrado o al menos no le ponía el mismo entusiasmo que ahora. Es increíble como podemos llegar a degradar el trato cuando hay confianza. Una vez mi melena dejó de estar cubierta de espuma salimos del baño y comenzamos a secarnos. Ella había decidido no lavarse el pelo con champú por motivos que sinceramente, me importaban poco.

¿Nunca habéis compartido el silencio? La sinergia de dos personas que se conocen tan bien que han decidido desconocerse, una calma tan preciada como necesaria. Buscar métodos para mutilar los silencios es rutina en nuestra sociedad, sentimos la imperiosa necesidad de llenar todos los vacíos de nuestro entorno sin detenernos a pensar que quizás nacieron para seguir así. No hacía falta quebrar el silencio de nuestros cuerpos rozándose, de las toallas secando, de nuestro respirar. Hasta que la llevé en brazos a su cama no mediamos palabra.
Antes de que sellara por completo las ventanas para oscurecer la habitación observé figuras de videojuegos, una guitarra eléctrica colgada y prácticamente todas las paredes llenas de frases, fotos y posters de grupos. Sobre la descomunal cama de matrimonio se encontraba la joven analizando mi cuerpo, parecía que me hacía una radiografía.
- Estás bastante más fuerte. Estabas mejor cuando eras un palo. - Aunque pareciera un ataque noté sinceridad en ella. - Aún así sigues teniendo ese "aura". 
Ya había escuchado hablar de esa peculiar esencia que desprendía. Algunas decían que eran las feromonas, mi forma de seducir, la fama en la cama e incluso que eran mis facciones vulpinas. No había necesidad de encontrar razones o de colocar adjetivos, era Nearly. Un joven de 26 años de complexión atlética, melena negra como el carbón y ojos tan marrones como verdes según el sol que recibieran.
Aún con las persianas bajadas y las cortinas plegadas se apreciaban nuestras siluetas y facciones. Acerqué mi cuerpo en pie frente al suyo sentado, cerré los ojos y escuché un clic. No sentí nada pero, de unos altavoces que no encontré al entrar comenzó a escucharse lo que parecía ser música. Abrí los ojos y vi como lanzaba disimuladamente el mando a un pequeño puf.
Se colocó en pie y admiró durante unos segundos el contorno de mis labios.
- Será mejor que escuchen música a nuestros gritos. - Musitó con lascivia.



jueves, 12 de marzo de 2015

El diario de Nearly #5

Cada mujer siente y sintetiza el deseo de forma única, Irina era una chica muy especial en este aspecto. Disfrutaba del irresistible momento en el que los labios estaban a punto de unirse para formar un beso y enloquecía con todo tipo de juegos que alimentaran la llama de su desmedida imaginación. Era el reflejo de mi juvenil locura, maquillada por sus delirios y peculiares gustos. En el fondo me sentía culpable por su solitaria vida y por ello creía que merecía mi fugaz atención, muchos discreparían mi decisión pero ya llegaremos a esa parte de la historia.

Nuestros fríos cuerpos esperaban el ardiente baño casi tanto como unirse uno al otro. Irina me mostró su espalda que presentaba huesudos surcos debido a su delgadez e inclinó ésta para acariciar con respeto las aguas. Al querer incorporarse una de mis manos detenía la incorporación, para no perder el equilibrio se agarró al porcelanoso borde.
- ¿Está tan caliente como me gusta? - Musité con un natural tono provocador mientras doblaba las rodillas para situarme a la altura correcta. Coloqué mis manos en sus piernas.
Ella asintió produciendo un gemido afirmativo. Su cuerpo había olvidado la orden de enderezarse y se mantenía inmovil.
- Muéstrame, así no lo vas a disfrutar. - Por un momento mi mente se trasladó al pasado cuando debía guiarla en casi cada encuentro sexual.
Antes de terminar la frase ya había obedecido, arqueó su espalda y separó levemente sus piernas dejando ver el fruto de la decadencia de los hombres. Pensé que estaba esperando escuchar aquella sugerencia como si fuera un juego más, no me planteé que lo que llegaba a mis oídos de su lujurioso estilo de vida pudiera ser incierto. La tan esperada visión hacía latir con fuerza cierta parte de mi cuerpo. 
Mordí cual rabiosa fiera uno de sus muslos escuchando una nerviosa carcajada. Se podían apreciar dos lágrimas cayendo por sus piernas, estaba realmente mojada. Acerqué mi rostro, solté ligeramente el poco calor que quedaba en mi interior y comencé a acariciar suavemente en horizontal la zona abultada.
- Oh... joder. - Era impresionante como con tan poco podía volverse tan loca. - Acelera, quiero correrme ya.
Era consciente de que no iba a aguantar mucho más que un par de minutos. No era mi habilidad precisamente la causante, o eso quería pensar para no sobrecargar aún más mi desmedido ego; era ella la que esperaba desde hace años aquel momento. Sea como fuese no pensaba acelerar, no sólo por jugar sino porque estaba cansado de no poder disfrutar de aquellos momentos.
Cambié el recorrido manteniendo la misma pasividad, una vez llegué al causante del húmedo nectar no pude evitar introducir súbitamente mi perforada lengua. Controló su respuesta fisiológica, decidí tirar la toalla y brindarle su efímero orgasmo. Saqué mi lengua con más fluidos que saliva, abrí aún más sus nalgas con mis manos y comencé a masajear su clítoris con un ritmo que oscilaba entre círculos y movimiento horizontal. Al sentir que se acercaba por el leve temblor de sus rodillas aceleré aún más dejando a un lado el movimiento circular. Aprecié entre los gemidos y espasmos de todo su cuerpo que sus uñas arañaban la cerámica hasta el extremo de casi quebrarse en sus dedos. En ningún momento descendí el ritmo provocando que los espasmos fueran aún más fuertes.
- Para, para, para... - Empezó a levantar su espalda mientras ella misma pellizcaba la cúspide de sus pechos para intensificar el placer. Seguí colando mi lengua entre sus labios para acariciar lo poco que me dejaba aquella intrincada postura. Al cabo de un par de segundos tuve que parar al ver que Irina se desvanecía cayendo de rodillas, se había mareado.
- ¿Estás bien? - Dije gateando hasta colocarme a su lado. No sería nada pero debía preguntar.
- Sí. - Portaba una amplia sonrisa, sus ojos estaban cerrados y su respiración dudaba en usar su boca o su nariz.
- Vamos de cuarto de baño en cuarto de baño. - Besé su hombro y me puse en pie para cortar el grifo.

Debía compartir piso con mínimo dos chicas ya que había varios champús, acondicionadores, mascarillas, geles y ciertos productos que no fui capaz de identificar. La sociedad exigía un canon de belleza que algunas mujeres seguían hasta rozar lo patológico, desconocían que no eran ellas realmente las que decidían usarlos sino la presión social la que provocaba tal cantidad de cuidados físicos. ¿Éramos acaso borregos consentidos? Irina me sacó de mi ensimismamiento.
- ¿Tanto te has preocupado por mí que se te ha bajado? - No me preocupé, tan sólo dejé rienda suelta a mis pensamientos mientras ella se recuperaba.
- Eh, tanto no ha bajado.
Entró al humeante agua ignorando por completo el cambio tan brusco de temperatura, se tumbó y al igual que ella hice lo mismo pero en dirección opuesta. El silencio compartía la satisfacción mutua, casi parecía que hubiéramos vuelto a estar juntos; desde la ventana circular se apreciaba la luz del alba. Aquel miedo primitivo por lo que pudiera llegar a hacerme había desaparecido, su reciente momento de debilidad me había hecho bajar la guardia por completo.
- ¿Vienes? - Acompañé la sugerencia con un carismático movimiento de cabeza. Cual víbora se extendió sobre mi pecho, su expresión se mantenía plácida y tranquila.
- ¿Te pasa con otros? - Sólo en aquellos momentos de paz mental se podía mantener una conversación mínimamente civilizada con ella. - Me refiero a llegarte tan rápido.
Negó con la cabeza y se apegó aún más a mí. Tragué irremediablemente saliva, no quería conocer la respuesta a la siguiente pregunta pero debía realizarla. Habían pasado casi 3 años desde que Irina y yo habíamos acabado.
- Aún me amas. ¿Verdad? - Entrecerré inevitablemente los ojos, centrado en la luz del amanecer. Posiblemente hubiera destrozado las horas de pasión que se aproximaban con la pregunta, pero no importaba. El calor y la débil claridad del sol me entregaron la cordura que hasta entonces se ausentó.



lunes, 9 de marzo de 2015

El diario de Nearly #4

El tronar de nuestras botas fue acompañado por el tenue sonido de las primeras gotas de una aparente llovizna. Alcé el rostro vislumbrando lo poco que los descomunales edificios de la ciudad dejaban entrever, no se apreciaba la luz de la luna tras aquel manto oscuro.
- ¿Tu casa dónde está? - Pregunté volviendo mi mirada al horizonte mientras mi mente predecía el aguacero. Pequeñas gotitas resbalaban por mi rostro simulando lágrimas.
- ¿Te quejas de unas pocas gotas? - Contrapreguntó rápidamente como si lo esperara ya que llevábamos cerca de veinte minutos andando.
- Por ésto te dejé. - La lluvia arreció. - Detesto la prepotencia de una contrapregunta, respóndeme. -
Estábamos empapándonos y seguía sin encontrar mi respuesta. Fue inevitable que nuestras cabezas descendieran y que buscáramos como gatos mojados lugares donde resguardarnos durante el camino. Al parecer debíamos estar cerca ya que sacó las llaves y comenzó a jugar con ellas, creando un alegre ritmo con el tintineo.
Pasaron diez minutos desde que sacó las llaves; mi paciencia se acabó. Aproveché la cubierta entrada de una juguetería para agarrarla de los hombros y arrinconar con medida brutalidad su cuerpo contra una de las cristaleras, el tintineo cedió. Me sorprendió la facilidad con la que pude movilizarla, aquella rutina de ejercicios estaban dando sus frutos.
- Espero que te estés divirt... - Mis labios fueron interrumpidos con un inesperado beso. Me separé tanto de ella que quedé bajo la tormenta, no me importaba. Su rostro era una pícara explosión de picardía calculada, sin previo aviso retomó el camino volviendo aquel molesto tintineo. Tras una decena de pasos se acercó a un portal y abrió la cerradura.
- ¿Vienes? - Vociferó manteniendo una amplia sonrisa.
Aún seguía en la misma posición con los ojos entrecerrados por la lluvia y la rabia, en aquel momento mi característico pensamiento lógico dedujo lo que ocurría; pretendía someter a un extremo mi bárbara pasión y finalmente lo había conseguido. Quería y debía destrozar cada ápice de su cuerpo, me acerqué y entré primero.

El húmedo chapoteo de nuestras botas nos condujo al ascensor donde Irina comenzó a desnudarse, seguí su ejemplo. Ella pretendía revivir cada locura que vivimos estando juntos, deseaba reencarnar la enajenada lujuria que compartimos años atrás. Para cuando llegamos a la novena planta sólo nos quedaba la ropa interior, durante el striptease sólo nuestras miradas tuvieron el privilegio de disfrutar. Agarré toda la ropa al abrirse la puerta del ascensor, la joven salió con las llaves en la mano y me guió entre risas compartidas hasta la puerta de su casa.
- ¿Hay alguien en casa? - Gritó antes de cerrarse la puerta, creando un repetido eco por toda la manzana. No había nadie en casa ni nadie durmiendo en las viviendas vecinas, de eso estaba seguro.
Giró la cabeza atravesando todo mi ser con su felina mirada, súbitamente lanzó las llaves a una cesta de mimbre dispuesta sobre una entradita, y acto seguido salió a correr perdiéndose en la oscuridad. Avancé hasta lo que parecía un salón, la única claridad que se apreciaba provenía del cuarto de baño. Dejé caer la maraña de ropa, había perdido volumen por el camino pero poco importaba en ese momento. Noté que vibraba el conjunto, debía ser un móvil, de nuevo mi indiferencia fue plena. El murmullo de un torrente de agua activó mi psique lo suficiente como para percatarme del frío que estaba pasando, aguanté como pude los temblores que con ímpetu querían dejarse ver.
Finalmente entré al cuarto de baño encontrando a Irina desnuda, se estaba quitando el maquillaje frente al espejo, a su lado una descomunal bañera azulada emanaba cálido vapor. Pensé en el vapor y sellé la habitación.
No pude evitar observar con detenimiento cada parte de su cuerpo. Poseía la delicadeza y figura de un cisne, no mediría mucho más que metro y medio y era blanca como la nieve al caer. Con discretas cicatrices por casi todo el cuerpo, eran las marcas de su excentricidad. Sus pechos eran proporcionales a su estatura pero no a su delgadez, estaban firmes y la cúspide de éstos eran pequeñas galletas puntiagudas. Al centrarme en sus nalgas no pude evitar darles un sonoro azote, su piel estaba tan fría como la mía.
- Ya estoy lista y por lo que veo tú también. - Señaló en el espejo la erección que había nacido en mi bóxer. Me lo quité cual perro en celo.
No me reconocía. Había jurado no volver a tener contacto con Irina y mi corazón no estaba preparado para volver a sentir aquel deseo irrefrenable. Supongo que sólo necesitaba un empujón para darme cuenta de que era un animal con instintos, un depredador, o quizás con la polla dura perdía lo poco que me quedaba de cordura.
Decidí no darle más vueltas y que el Nearly del futuro se hiciese cargo.


viernes, 6 de marzo de 2015

El diario de Nearly #3

El asombro ante la situación tan surrealista a la que estaba siendo sometido me hizo retroceder hasta encontrar con mi espalda la pared. Entrecerré los ojos observando como con una de sus pequeñas y finas manos masajeaba sin parar el flácido falo, lo había soltado sólo para agarrarlo de forma más cómoda ante mi movimiento. Poco a poco aproximaba su cuerpo quedando su manualidad a un extremo de su cadera.
- Irina, para de una vez. - Mascullé alzando y girando la cabeza al ver que estaba tan cerca de mis labios.
- ¿Cómo puedes decir algo así cuando lo estás deseando? - Suspiró. - Si quisieras que parara me habrías detenido. - Comenzó a besar con delicadeza el cuello expuesto. - Has visto como entraba aquí y ni te la has guardado. Nearly... déjate llevar. - Finalizó la frase con un pequeño lametón rozando la arreglada barba que recorría toda mi barbilla. Me estremecí y no precisamente de placer, al captarlo aceleró el ritmo de su mano.
Sostuve el silencio todo lo que pude ya que tenía en parte razón, hacía meses que no disfrutaba de una mujer y semanas desde que no me dedicaba tiempo a solas, pero si no había reaccionado era porque hasta este silencio aún no me creía lo que estaba ocurriendo. El problema era mucho más importante que la lascivia contenida o que fuera Irina la que pretendiera saciar aquella pasión, mi mente no estaba preparada para tal situación. 
- Estoy demasiado borracho como para hacerlo. - Una vez más mis palabras se atropellaron unas a otras pero ésta vez fue a drede. Ella comenzó a reír a carcajadas deteniendo el masaje de besos desordenados que hacía en mi cuello y apretando con más fuerza su inerte juguete.
- ¡Y una mierda! Cuando nos conocimos ibas así e incluso emporrado y... - Sus ojos levemente encolerizados giraron al retrete, se alejó un par de pasos y con la mano que tenía antes en movimiento lo señaló. - Siéntate. - Ordenó intentando ocultar su dolido orgullo mientras recogía en un moño improvisado su largo pelo con una de las múltiples gomas de colores que rodeaban su muñeca.
Parpadeé casi una decena de veces mientras dejaba caer la cabeza a un lado, si mis recuerdos no me fallaban no era una chica que me sorprendiera por su maestría oral; aún con ello obedecí con más curiosidad que un gato a punto de morir. La tapa estaba fría y húmeda pero poco importaba en aquel momento, sólo quería que desistiera y así no volverla a ver durante unos pocos meses. 
Acomodé mi espalda en el tanque de agua y observé como bajaba por completo mis pantalones, centré mi mirada en cada una de sus acciones. Se encontraba de rodillas mojando sus leggins de colores, seguramente por varias zonas ya que el suelo no sería lo único húmedo. Abrió mis piernas y acercó su rostro curioso al perezoso pene. Alguien entró, se escuchó su cremallera bajarse y el leve tintineo de unas pocas gotas.
- ¿No te da vergüenza? - Susurró espetando con sus ojos firmes en los míos en un fallido intento de provocación.
Me encogí de hombros, era ella la que insistía. Ante el indiferente silencio que acababa de regalarle decidió comenzar. La música volvió a elevarse por unos segundos, había salido la visita.
Sin previo aviso golpeó la base con su boca abierta, manteniendo así en el interior de ella la flácida estructura, repitió este proceso durante un par de minutos e incluso masajeó mis testículos tras calentar entre sus piernas una de sus manos. Su paciencia se acabó al no notar dureza alguna en su boca por lo que se separó y respiró profundamente a la vez que abría su chaqueta de plumas, mostrando una camisa de cuadros escarlata. En cuestión de segundos se encontraba masajeando uno de sus pechos con su mano fría y su entrepierna con la mano que había calentado con anterioridad. Leves gemidos y pequeños vaivenes surgían de la arrodillada muchacha, sus pupilas no se separaban ni por un momento de mi mirada pero estaba más atenta a otra reacción. Estaba jugando lo suficientemente sucio como para que mis caídos brazos se cruzaran sobre mi pecho, habían pasado años desde que estábamos juntos y había mejorado. 
Presencié un leve tic en sus ojos que poco tenía que ver con su masturbación, se había dado cuenta de que un sutil balanceo se producía en mi entrepierna. Como si su vida se le fuera en ello lo agarró con la mano que acariciaba su pecho, quedando éste levemente visible tras el sujetador de cierre frontal. Con desmedida fuerza comenzó a mover su mano rozando la brutalidad, tanto que no pude evitar inclinar mi espalda y morder mis labios. Apretando con más fuerza el nudo de mis brazos pude presenciar que en su rostro se dibujaba una sonrisa al notar lo que crecía entre sus dedos. Liberó la ya caliente cárcel y recurrió a una más húmeda, intentando la acción con la que empezó encontró que ya no podía ni rozar la base.
- Te odio tanto que te voy a destrozar. - Algo había cambiado en mi voz, podría decirse que no era el mismo. Agarré el moño sacando de su boca el aparato que cayó a un lado de mi abdomen al no estar completamente duro, de su boca abierta surgían hilos de saliva y una sonrisa victoriosa.
- Haré que te olvides de ella. - Noté su cuerpo temblar y no porque no hubiera parado de tocarse en todo momento, sentía verdadera emoción al ver que cambiaba de nuevo el trascurso de mi historia. Esta vez su figurada estocada empaló mi raciocinio. Carecía de autocontrol como para detener aquello, por lo que Irina pagaría la rabia que sentía, quizás era lo que desde un primer momento buscaba.
Con una de mis manos coloqué en vertical el pene que aún sin estar completamente erecto ocultaba la mitad de su cara. Totalmente preparada para lo que le esperaba separó por completo su mandíbula y rodeó dientes con labios, su garganta seguía careciendo de capacidad pero sí que tenía resistencia. Ya habían cambiado de canción en cuatro ocasiones pero estábamos más centrados en mis gemidos y en su respiración acelerada. Tras cada nueva acometida sus ojos se volvían más llorosos y rojizos, solté el moño para que se encargara ella misma de acabar lo que había desatado. Dejé mis brazos caer de nuevo al notar que el clímax se acercaba, Sin dudarlo se aferró con ambas manos y empezó a masajear con bestialidad y rapidez mientras succionaba y lamía el glande; la dureza y tamaño declaraban lo evidente. Apartó las manos y en un último intento por conseguir que entrara toda en su boca sintió como explotaba en su garganta mi placer. Un gemido colosal con forma de palabra malsonante unido a convulsiones que aparecieron por todo mi cuerpo fueron las respuestas a que ella no detuviera su cabeza, e insistiera una y otra vez por que entrara más y más; liberando así más esperma. Cuando el remolino de pasión se atenuó por completo sacó de sus fauces todo lo que pudo contener, poco más de la mitad de lo que constituía el órgano. Había tragado prácticamente todo a excepción de lo poco que goteaba por su nariz y labios.
- Hace mucho... - Intentó hablar antes de tiempo y su respiración acelerada interrumpió la frase. - ... que no te corres. ¿Verdad? - Al parecer no había sido poco lo que había tenido que tragar por lo que asentí. Su mirada poseía una pasión inolvidable, temía que saltara sobre mí y me arrancara la ropa a jirones, pero no ocurrió. Relamió sus labios, abrigó su cuerpo y se incorporó colocando sus brazos como jarras.
- Ahora me toca a mí, pero no aquí. - Comenzó a limpiar los restos que quedaban en su cara con un rollo de papel áspero que se encontraba encima del tanque de agua. - Vamos a mi casa.
- Lo esperaba. - Irina sabía que jamás dejaría a una mujer sin saciarse por lo que acepté. 
Acomodé mis pantalones y coloqué mi cuerpo en pie sintiendo que temblaban mis rodillas. Observé el móvil y vi mensajes de Salvador que no leí. Seguramente se hubiera ido por lo que no tenía que tener cuidado porque nos viera. Salí el primero y vi que no quedaban más que pequeños grupos esparcidos por el local por lo que con un par de señas Irina salió del baño sin que nadie se percatase. Recorrimos el camino hasta la salida e hice un leve gesto con la mano al dueño. 
No mediamos palabra ni hubo muestras de cariño, no hubo arrepentimiento en mí ni resquicios de haber estado ebrio. Había actuado por despecho y no importaba, en mi mente se dibujaba una actuación similar por parte de Amara por lo que debía agradecer a Irina lo que estaba haciendo. 
Sólo me perturbaba la idea de lo que pasaría entre las sábanas de la persona a la que tanto daño hice.

jueves, 5 de marzo de 2015

El diario de Nearly #2

Antes de atravesar la oscura puerta del recinto me detuve en seco e inspiré profundamente, inundando así mis pulmones del aire más frío de la noche. El aire de aquel lugar ya no podía definirse como tal, la temperatura había aumentado aún más y el humo de drogas blandas inundaba el techo, ocultando los innumerables posters y fotografías. La canción que se escuchaba alteraba al gentío y creaba más presión aún.
Alzándome sobre la punta de mis botas intentaba encontrar a Salvador entre la estrambótica muchedumbre hasta que sin previo aviso sentí que mi brazo había sido rodeado por una extraña sensación de calor.
- ¿Recuerdas cuándo me enseñaste este lugar? - Un extraño brillo proveniente de los ojos de Irina me desconcertó. Acomodé mis pies y dejé mi mirar firme en el suyo.
- No. - Casi parecía que le hubiera escupido en el rostro aquella falsa negativa. Al parecer la hostilidad y el teatro no funcionaban ya que cerró sus ojos y empezó a rozar todo su cuerpo con el brazo.
- Puedes mentir todo lo que quieras... - Comenzó a suspirar ante el roce. - Tengo muy buenos recuerdos de este lugar... - Aún tras toda la locura que contenía su mente era una mujer decidida y totalmente independiente, con la capacidad de danzar entre hombres sin entregar nada más que una noche y la posterior indiferencia. Dicha indiferencia no se daba conmigo, por ello quizás me odiaba tanto como me deseaba.
- Voy a por un par de litros. - Murmuré desviando la mirada hacia la concurrida barra. Al fin liberó mi brazo declarando en el leve movimiento de su cabeza cierto desdén.

Al cabo de cinco minutos conseguí las botellas de vidrio, era impresionante cómo el suelo del local permanecía durante prácticamente toda la noche sin restos de botellas rotas. Por supuesto que se caían al suelo pero todo el mundo sabía dónde ir a buscar los utensilios para limpiar el desastre. Si no se limpiaba, los propios clientes se encargarían de que se hiciera... aunque fuera con la lengua del causante. La edad no era importante en aquel lugar pero casi todos rondaban la treintena de años o cerca estaban, lo verdaderamente relevante era el respeto que se tenía por Óscar el regente y Sabrina, una de las camareras. Los recién casados habían conseguido con esfuerzo un rincón idílico y tranquilo donde todo el que entrara debía respetar las normas, eran tan importantes que estaban escritas en la fachada junto a la descomunal entrada de hierro negro. 

Una vez me encontré en el mismo lugar donde Irina debía estar me di cuenta de que había desaparecido, ni por un momento sentí un atisbo de preocupación, ya que sería pequeña y frágil pero era peligrosa. Mi mente poco a poco se recuperaba del alcohol, y el malestar comenzaba a dar pequeñas señales de la existencia de ciertos recuerdos. Ante tal panorama retomé la búsqueda de mi compañero. Tras varios minutos recorriendo la periferia de la circular barra lo encontré. Estaba arrinconando a la anterior rubia contra una de las esquinas, permanecía totalmente estirado para poder besarla. La diferencia de estatura era casi ridícula, cualquier otro habría empezado a reír y no se habría detenido la broma hasta pasado unos años; yo no era ese tipo de persona. Mientras me acercaba no pude evitar sonreír, aquella chica era incluso más alta que yo, debía medir 1,90m como mínimo. Cuando estuve en la espalda de Salvador comencé a darle toquecitos con la base de la botella, su respuesta era la esperada tras años de experiencia y amistad: alejó la mano de la cadera de la señorita y recibió la bebida. No hacía falta que realizara ningún otro movimiento ya que estaba en pleno calentamiento, en ese momento un buen amigo no entra a molestar, tan sólo para darte más alcohol. Me alejé del panorama antes de que por un extraño casual quisieran incluirme en aquel circo que tenían montado.

No miento si digo que en aquel momento necesitaba recuperar la inestabilidad de la embriaguez, la desinhibición y la decadencia de perder el control de mis actos y emociones; por ello la panacea no duró mucho más que media docena de tragos. Movilicé mi cuerpo de la barra con esfuerzo ya que había sobrepasado mis límites con aquella cantidad que había tomado súbitamente. Llegué a duras penas a las puertas del servicio con un pensamiento bailando en mi cabeza: "El buen bebedor es buen meador.". El baño estaba lógicamente bastante sucio, tenía un mingitorio, un lavamanos y la clásica estancia sin techo del inodoro. Los tonos blanquecinos no tenían nada que ver con lo que era el local. El mingitorio estaba ocupado por un hombre con forma de barril y melena oscura más cuidada que su propio cuerpo. Entré tambaleándome tanto que me llevé con mi hombro la humedad de un buen tramo de los azulejos de la pared, una vez llegué al inodoro cerré la puerta tras de mí. Comenzó entonces una lucha de casi un minuto mientras quitaba correa, botón y cremallera, mientras lo conseguía el ruido de la cisterna indicaba que me había quedado solo. El placer que se siente al orinar cuando vas colocado es una de las sensaciones más reconfortantes que existen, si no fuera por la intensidad y profundidad de un orgasmo podría fácilmente competir con él.
- Si así suena el chorro... ¿cómo será la manguera? - Abrí los ojos totalmente descolocado ante la estridente risa, hasta se detuvo por un momento el chorro del que hablaba. - Estoy aquí arriba, maldito borracho. - Separé finalmente la mirada del inodoro y encontré a Irina sentada y agazapada sobre la pared sin techo.
- No, no, no, no. - Murmuré reiteradamente alzando cual crescendo mi voz al ver que se deslizaba por la pared, entrando con total facilidad. Comenzó a sacudir sus manos en mi chaqueta sin separar su mirada de mi miembro. - ¿Qué coño haces? Jodida lunática. - Volví a alzar la voz notando que algunas palabras salían de mi boca con dificultad. No comprendía cómo no había notado la diferencia del volumen de la música que se daba al abrir y cerrar la puerta... no recordaba el alcohol en sangre.
- ¿Ya te acuerdas? - Susurró después de colocarse de puntillas, para hacerlo en mi oído. Su mano derecha estaba agarrando mi miembro, estaba masajeando con delicadeza para que cayeran las últimas gotas que quedaban por salir.


martes, 3 de marzo de 2015

El diario de Nearly #1

Improvisando entre bailarinas y actrices de reparto, perdido entre centelleantes faldas, descubrí que no existía ningún olor especial entre la multitud. No había voz ni tez que calmara el pesar que me arrastró a aquel lugar tan sombrío como colorido. Sentí como mi cuerpo antes danzante se paralizaba embargado por una fría sensación eléctrica, por lo que comencé a recibir torpes golpes por parte de los demás.
- Necesito salir de aquí... - Murmuré al oído de un hombre sonriente de barba prominente y cabello con rizos totalmente alocados. Su energía lo hacía parecer menor que yo, pero no era así. Giró la cabeza para asentir y volvió a divisar el cuello de una chica exageradamente alta y de melena dorada con la que llevaba varias horas restregándose. Entendía el fundamento de este tipo de locales pero no eran el mejor lugar para conocer a nadie, a no ser que quisieras conocer ciertas partes de su anatomía; por lo general, no existían mentes interesantes en aquellos concurridos lugares.

Con esfuerzo abrí la puerta metálica, al parecer el cambio tan brusco de temperatura al salir no afectaba solamente a la salud de las personas, sino también al peso de las puertas debido a la presión. Tendría en mi sangre el alcohol equivalente a casi cuatro litros de cerveza, gracias a ello mis pensamientos divagaban entre cambios de presión y el insulso ambiente, evitando por un instante la razón por la que estaba saliendo de allí.

Al respirar, el aire frío y húmedo llenó mis corrompidos pulmones. Seguramente aquella noche llovería por lo que saqué el móvil del bolsillo de la chaqueta de cuero y observé durante unos segundos la hora: "05:15 AM". "Ya es hora de que Salvador remate la faena o se le pasarán los huevos por agua." Pensé riendo para mis adentros mientras cruzaba la calle dispuesto a apoyar la espalda en la pared situada frente al local "Perro Verde".

Saqué con maestría una cajetilla de marca barata y agarré con los incisivos uno de los cigarrillos, al volver a guardar la cajetilla apareció de entre mis dedos un Zippo que desapareció nada más prendió la llama. Mis ojos se tornaron opacos ante la primera calada, dejé que mi cuerpo se desvaneciera por unos segundos y recuperé el control antes de caer sentado al suelo. Había vuelto aquella sensación de vacío y desesperanza que sólo se obtiene al perder absolutamente todo, al perder incluso tu cordura. Ante aquel malestar recurrí a la apatía, cerré los ojos y dejé mi cuerpo totalmente relajado. Pensé que llevaba así cerca de media hora hasta que las brasas comenzaron a chamuscar mis dedos, supe entonces que no habían pasado ni 5 minutos; ni yo mismo me aguantaba. Sacudí mis dolidos dedos lanzando por los aires el cigarro totalmente consumido por el ambiente, aquel dolor me sirvió mucho más que aquella supuesta relajación improvisada, había conseguido que abriera los ojos y centrara mi atención en quien tenía delante.

Su semblante era fiero, portaba una pícara sonrisa y unos ojos tan penetrantes como agujas. Su pelo alisado resistía la humedad y los tintes, ya que parecía sano aún portando el rubio ceniza, el rosa chicle y el morado. De baja estatura y complexión exageradamente delgada, aparentaba debilidad pero sabía por experiencia que era digna de respetar; era una de tantas parejas fallidas, uno de tantos amores con fecha de caducidad.
- Al fin te encuentro, echaba de menos esa careta de subnormal que se te instala en tu puta cara cuando estás colocado. - Por cada palabra su sonrisa se ampliaba hasta llegar a ser casi una carcajada entre ademanes dignos de la más ruin sorna. Mi respuesta no fue otra que un leve tic ocular y una bofetada en su rostro, aquellas palabras habían cambiado por completo el brillo opaco de mis ojos por un brillo acuoso. La respuesta ante tal acto no fue otra que una sonora carcajada y una respiración acelerada emulando enfado, en mis adentros sabía que existía excitación sexual en aquella reacción.
- ¿Qué coño haces? ¡Gilipollas! - Gritó encolerizada y súbitamente comenzó a patear con saña mis espinillas con sus pesadas botas, al tercer golpe agarré su frente con una mano y le empujé haciéndole caer con el trasero.
- Irina... te dije que desaparecieras de mi vida. Vete. - Cargué el tono con sincera indiferencia remarcando la orden por encima de todas las demás palabras. No era la primera ni la última vez que me encontraría con ella, casi parecía que su sino era volver a mi vida para hacérmela imposible. Al cabo de unos segundos de confusión se incorporó, se acercó con teatral delicadeza y me abrazó quedando su mejilla en mi pecho. Mis ojos no los pudo apreciar pero eran claros designios de pérdida de paciencia. Estaba completamente loca y yo iba a ser su presa aquella noche.
- Siento mucho lo de Amara... - Al escuchar aquel nombre los brazos que intentaban separarla cayeron abatidos junto a cabeza y párpados, quedé refugiado en aquel calculado acto de cariño. Era consciente de lo que pretendía pero me sentía tan indefenso que cedí a pasar lo que quedaba de noche con ella.
- ¿Qué hacías sola a estas horas de la madrugada? - Susurré curioso aclarando un poco la situación y colocando mis manos sobre su cintura de avispa.
- ¿Nunca has salido solo a dar un paseo a esta hora? Eres un chico muy dependiente... - El ataque tan gratuito como esperado fue suavizado con el leve roce de su pierna en mi entrepierna; sí, lo que pretendía era aprovechar mi situación para saciar su deseo, como siempre. Deshice el nudo de nuestros cuerpos casi al instante y sin mediar palabra me dirigí hacia el local siendo perseguido por una mujer con cuerpo de niña y aires infantes.