martes, 17 de marzo de 2015

El diario de Nearly #6

Para mi sorpresa no encontré el más incómodo de los silencios, un leve chasquido proveniente de su boca colapsó la escena. Acto seguido se sentó sobre mi abdomen y llevó sus garras a mi cuello, apretándolo con saña.
- No juegues con mi amor. - Colocó su frente en la mía dando un golpe seco. - Cuando no conoces su locura.
Intenté articular palabra pero el nudo de sus manos empezaba a dejarme sin respiración.
- No. - Separó lentamente su frente y pude encontrar en su mirada una rabia animal. - No vas a escapar de aquí hasta que yo esté satisfecha. Me lo debes. - Usó las pocas fuerzas que le quedaban por depositar en un último empujón directo a mi garganta, tras ello separó sus manos temblorosas. Respiré profundamente intentando así remediar el dolor que sentía. Era consciente de que me soltaría más temprano que tarde por lo que no me alteré, decidí hacer como si no hubiera pasado nada.
- Dejemos de perder el tiempo entonces. - Por un momento había olvidado mi particular código moral, no podía dejarla insatisfecha por mucho que supiera el mal que desencadenaría con ello. - Voy a enjabonarte. - Realicé un leve ademán con la cabeza indicándole que se alejara de mí.
Sin separar su recelosa vista de mi cara retrocedió sobre mi cuerpo hasta encontrar a pocos centímetros un obstáculo que chocó contra una de sus nalgas. Un leve respingo por parte de Irina me hizo soltar una carcajada. Su reacción ante la pregunta había provocado mucho más que mi cambio de asimilar la situación.
- Aquí no. - Sentenció deteniendo mi risotada.
- ¿Por qué? - Susurré con picardía golpeando el miembro una y otra vez contra ella.
Las limitaciones que tiene hacerlo en un medio acuático y reducido, no tener sus sorpresas a mano y ante todo no poder dormir conmigo; eran el problema. Si follábamos allí seguramente quedaría satisfecha y yo me iría a mi casa, quería algo más que sexo, me quería a mí.
- Mi bañera, mis reglas. - Esquivó el faro y comenzó a enjabonar su cuerpo, le quité el bote y eché el verdoso gel en mis manos.
Acariciar cada ápice de su cuerpo pertenece a esas experiencias que jamás olvidaré, cada sutil reacción, lo suave que podía llegar a ser su blanquecina piel, cada bella marca. Por unos momentos recordé la sensación de haberla amado, como cuando vuelves a ver aquellas viejas fotos de cuando eras un niño. Por su parte me hizo lo mismo ayudándose con sus pechos. Descubrí que guardaba un cariño enorme por Irina, aún siendo la persona que más me había complicado la vida, aún siendo la persona a la que más le había complicado la vida. Mientras masajeaba mi rizado cabello no pude evitar recordar que aquel ritual no era de su agrado o al menos no le ponía el mismo entusiasmo que ahora. Es increíble como podemos llegar a degradar el trato cuando hay confianza. Una vez mi melena dejó de estar cubierta de espuma salimos del baño y comenzamos a secarnos. Ella había decidido no lavarse el pelo con champú por motivos que sinceramente, me importaban poco.

¿Nunca habéis compartido el silencio? La sinergia de dos personas que se conocen tan bien que han decidido desconocerse, una calma tan preciada como necesaria. Buscar métodos para mutilar los silencios es rutina en nuestra sociedad, sentimos la imperiosa necesidad de llenar todos los vacíos de nuestro entorno sin detenernos a pensar que quizás nacieron para seguir así. No hacía falta quebrar el silencio de nuestros cuerpos rozándose, de las toallas secando, de nuestro respirar. Hasta que la llevé en brazos a su cama no mediamos palabra.
Antes de que sellara por completo las ventanas para oscurecer la habitación observé figuras de videojuegos, una guitarra eléctrica colgada y prácticamente todas las paredes llenas de frases, fotos y posters de grupos. Sobre la descomunal cama de matrimonio se encontraba la joven analizando mi cuerpo, parecía que me hacía una radiografía.
- Estás bastante más fuerte. Estabas mejor cuando eras un palo. - Aunque pareciera un ataque noté sinceridad en ella. - Aún así sigues teniendo ese "aura". 
Ya había escuchado hablar de esa peculiar esencia que desprendía. Algunas decían que eran las feromonas, mi forma de seducir, la fama en la cama e incluso que eran mis facciones vulpinas. No había necesidad de encontrar razones o de colocar adjetivos, era Nearly. Un joven de 26 años de complexión atlética, melena negra como el carbón y ojos tan marrones como verdes según el sol que recibieran.
Aún con las persianas bajadas y las cortinas plegadas se apreciaban nuestras siluetas y facciones. Acerqué mi cuerpo en pie frente al suyo sentado, cerré los ojos y escuché un clic. No sentí nada pero, de unos altavoces que no encontré al entrar comenzó a escucharse lo que parecía ser música. Abrí los ojos y vi como lanzaba disimuladamente el mando a un pequeño puf.
Se colocó en pie y admiró durante unos segundos el contorno de mis labios.
- Será mejor que escuchen música a nuestros gritos. - Musitó con lascivia.



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