viernes, 6 de marzo de 2015

El diario de Nearly #3

El asombro ante la situación tan surrealista a la que estaba siendo sometido me hizo retroceder hasta encontrar con mi espalda la pared. Entrecerré los ojos observando como con una de sus pequeñas y finas manos masajeaba sin parar el flácido falo, lo había soltado sólo para agarrarlo de forma más cómoda ante mi movimiento. Poco a poco aproximaba su cuerpo quedando su manualidad a un extremo de su cadera.
- Irina, para de una vez. - Mascullé alzando y girando la cabeza al ver que estaba tan cerca de mis labios.
- ¿Cómo puedes decir algo así cuando lo estás deseando? - Suspiró. - Si quisieras que parara me habrías detenido. - Comenzó a besar con delicadeza el cuello expuesto. - Has visto como entraba aquí y ni te la has guardado. Nearly... déjate llevar. - Finalizó la frase con un pequeño lametón rozando la arreglada barba que recorría toda mi barbilla. Me estremecí y no precisamente de placer, al captarlo aceleró el ritmo de su mano.
Sostuve el silencio todo lo que pude ya que tenía en parte razón, hacía meses que no disfrutaba de una mujer y semanas desde que no me dedicaba tiempo a solas, pero si no había reaccionado era porque hasta este silencio aún no me creía lo que estaba ocurriendo. El problema era mucho más importante que la lascivia contenida o que fuera Irina la que pretendiera saciar aquella pasión, mi mente no estaba preparada para tal situación. 
- Estoy demasiado borracho como para hacerlo. - Una vez más mis palabras se atropellaron unas a otras pero ésta vez fue a drede. Ella comenzó a reír a carcajadas deteniendo el masaje de besos desordenados que hacía en mi cuello y apretando con más fuerza su inerte juguete.
- ¡Y una mierda! Cuando nos conocimos ibas así e incluso emporrado y... - Sus ojos levemente encolerizados giraron al retrete, se alejó un par de pasos y con la mano que tenía antes en movimiento lo señaló. - Siéntate. - Ordenó intentando ocultar su dolido orgullo mientras recogía en un moño improvisado su largo pelo con una de las múltiples gomas de colores que rodeaban su muñeca.
Parpadeé casi una decena de veces mientras dejaba caer la cabeza a un lado, si mis recuerdos no me fallaban no era una chica que me sorprendiera por su maestría oral; aún con ello obedecí con más curiosidad que un gato a punto de morir. La tapa estaba fría y húmeda pero poco importaba en aquel momento, sólo quería que desistiera y así no volverla a ver durante unos pocos meses. 
Acomodé mi espalda en el tanque de agua y observé como bajaba por completo mis pantalones, centré mi mirada en cada una de sus acciones. Se encontraba de rodillas mojando sus leggins de colores, seguramente por varias zonas ya que el suelo no sería lo único húmedo. Abrió mis piernas y acercó su rostro curioso al perezoso pene. Alguien entró, se escuchó su cremallera bajarse y el leve tintineo de unas pocas gotas.
- ¿No te da vergüenza? - Susurró espetando con sus ojos firmes en los míos en un fallido intento de provocación.
Me encogí de hombros, era ella la que insistía. Ante el indiferente silencio que acababa de regalarle decidió comenzar. La música volvió a elevarse por unos segundos, había salido la visita.
Sin previo aviso golpeó la base con su boca abierta, manteniendo así en el interior de ella la flácida estructura, repitió este proceso durante un par de minutos e incluso masajeó mis testículos tras calentar entre sus piernas una de sus manos. Su paciencia se acabó al no notar dureza alguna en su boca por lo que se separó y respiró profundamente a la vez que abría su chaqueta de plumas, mostrando una camisa de cuadros escarlata. En cuestión de segundos se encontraba masajeando uno de sus pechos con su mano fría y su entrepierna con la mano que había calentado con anterioridad. Leves gemidos y pequeños vaivenes surgían de la arrodillada muchacha, sus pupilas no se separaban ni por un momento de mi mirada pero estaba más atenta a otra reacción. Estaba jugando lo suficientemente sucio como para que mis caídos brazos se cruzaran sobre mi pecho, habían pasado años desde que estábamos juntos y había mejorado. 
Presencié un leve tic en sus ojos que poco tenía que ver con su masturbación, se había dado cuenta de que un sutil balanceo se producía en mi entrepierna. Como si su vida se le fuera en ello lo agarró con la mano que acariciaba su pecho, quedando éste levemente visible tras el sujetador de cierre frontal. Con desmedida fuerza comenzó a mover su mano rozando la brutalidad, tanto que no pude evitar inclinar mi espalda y morder mis labios. Apretando con más fuerza el nudo de mis brazos pude presenciar que en su rostro se dibujaba una sonrisa al notar lo que crecía entre sus dedos. Liberó la ya caliente cárcel y recurrió a una más húmeda, intentando la acción con la que empezó encontró que ya no podía ni rozar la base.
- Te odio tanto que te voy a destrozar. - Algo había cambiado en mi voz, podría decirse que no era el mismo. Agarré el moño sacando de su boca el aparato que cayó a un lado de mi abdomen al no estar completamente duro, de su boca abierta surgían hilos de saliva y una sonrisa victoriosa.
- Haré que te olvides de ella. - Noté su cuerpo temblar y no porque no hubiera parado de tocarse en todo momento, sentía verdadera emoción al ver que cambiaba de nuevo el trascurso de mi historia. Esta vez su figurada estocada empaló mi raciocinio. Carecía de autocontrol como para detener aquello, por lo que Irina pagaría la rabia que sentía, quizás era lo que desde un primer momento buscaba.
Con una de mis manos coloqué en vertical el pene que aún sin estar completamente erecto ocultaba la mitad de su cara. Totalmente preparada para lo que le esperaba separó por completo su mandíbula y rodeó dientes con labios, su garganta seguía careciendo de capacidad pero sí que tenía resistencia. Ya habían cambiado de canción en cuatro ocasiones pero estábamos más centrados en mis gemidos y en su respiración acelerada. Tras cada nueva acometida sus ojos se volvían más llorosos y rojizos, solté el moño para que se encargara ella misma de acabar lo que había desatado. Dejé mis brazos caer de nuevo al notar que el clímax se acercaba, Sin dudarlo se aferró con ambas manos y empezó a masajear con bestialidad y rapidez mientras succionaba y lamía el glande; la dureza y tamaño declaraban lo evidente. Apartó las manos y en un último intento por conseguir que entrara toda en su boca sintió como explotaba en su garganta mi placer. Un gemido colosal con forma de palabra malsonante unido a convulsiones que aparecieron por todo mi cuerpo fueron las respuestas a que ella no detuviera su cabeza, e insistiera una y otra vez por que entrara más y más; liberando así más esperma. Cuando el remolino de pasión se atenuó por completo sacó de sus fauces todo lo que pudo contener, poco más de la mitad de lo que constituía el órgano. Había tragado prácticamente todo a excepción de lo poco que goteaba por su nariz y labios.
- Hace mucho... - Intentó hablar antes de tiempo y su respiración acelerada interrumpió la frase. - ... que no te corres. ¿Verdad? - Al parecer no había sido poco lo que había tenido que tragar por lo que asentí. Su mirada poseía una pasión inolvidable, temía que saltara sobre mí y me arrancara la ropa a jirones, pero no ocurrió. Relamió sus labios, abrigó su cuerpo y se incorporó colocando sus brazos como jarras.
- Ahora me toca a mí, pero no aquí. - Comenzó a limpiar los restos que quedaban en su cara con un rollo de papel áspero que se encontraba encima del tanque de agua. - Vamos a mi casa.
- Lo esperaba. - Irina sabía que jamás dejaría a una mujer sin saciarse por lo que acepté. 
Acomodé mis pantalones y coloqué mi cuerpo en pie sintiendo que temblaban mis rodillas. Observé el móvil y vi mensajes de Salvador que no leí. Seguramente se hubiera ido por lo que no tenía que tener cuidado porque nos viera. Salí el primero y vi que no quedaban más que pequeños grupos esparcidos por el local por lo que con un par de señas Irina salió del baño sin que nadie se percatase. Recorrimos el camino hasta la salida e hice un leve gesto con la mano al dueño. 
No mediamos palabra ni hubo muestras de cariño, no hubo arrepentimiento en mí ni resquicios de haber estado ebrio. Había actuado por despecho y no importaba, en mi mente se dibujaba una actuación similar por parte de Amara por lo que debía agradecer a Irina lo que estaba haciendo. 
Sólo me perturbaba la idea de lo que pasaría entre las sábanas de la persona a la que tanto daño hice.

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