jueves, 5 de marzo de 2015

El diario de Nearly #2

Antes de atravesar la oscura puerta del recinto me detuve en seco e inspiré profundamente, inundando así mis pulmones del aire más frío de la noche. El aire de aquel lugar ya no podía definirse como tal, la temperatura había aumentado aún más y el humo de drogas blandas inundaba el techo, ocultando los innumerables posters y fotografías. La canción que se escuchaba alteraba al gentío y creaba más presión aún.
Alzándome sobre la punta de mis botas intentaba encontrar a Salvador entre la estrambótica muchedumbre hasta que sin previo aviso sentí que mi brazo había sido rodeado por una extraña sensación de calor.
- ¿Recuerdas cuándo me enseñaste este lugar? - Un extraño brillo proveniente de los ojos de Irina me desconcertó. Acomodé mis pies y dejé mi mirar firme en el suyo.
- No. - Casi parecía que le hubiera escupido en el rostro aquella falsa negativa. Al parecer la hostilidad y el teatro no funcionaban ya que cerró sus ojos y empezó a rozar todo su cuerpo con el brazo.
- Puedes mentir todo lo que quieras... - Comenzó a suspirar ante el roce. - Tengo muy buenos recuerdos de este lugar... - Aún tras toda la locura que contenía su mente era una mujer decidida y totalmente independiente, con la capacidad de danzar entre hombres sin entregar nada más que una noche y la posterior indiferencia. Dicha indiferencia no se daba conmigo, por ello quizás me odiaba tanto como me deseaba.
- Voy a por un par de litros. - Murmuré desviando la mirada hacia la concurrida barra. Al fin liberó mi brazo declarando en el leve movimiento de su cabeza cierto desdén.

Al cabo de cinco minutos conseguí las botellas de vidrio, era impresionante cómo el suelo del local permanecía durante prácticamente toda la noche sin restos de botellas rotas. Por supuesto que se caían al suelo pero todo el mundo sabía dónde ir a buscar los utensilios para limpiar el desastre. Si no se limpiaba, los propios clientes se encargarían de que se hiciera... aunque fuera con la lengua del causante. La edad no era importante en aquel lugar pero casi todos rondaban la treintena de años o cerca estaban, lo verdaderamente relevante era el respeto que se tenía por Óscar el regente y Sabrina, una de las camareras. Los recién casados habían conseguido con esfuerzo un rincón idílico y tranquilo donde todo el que entrara debía respetar las normas, eran tan importantes que estaban escritas en la fachada junto a la descomunal entrada de hierro negro. 

Una vez me encontré en el mismo lugar donde Irina debía estar me di cuenta de que había desaparecido, ni por un momento sentí un atisbo de preocupación, ya que sería pequeña y frágil pero era peligrosa. Mi mente poco a poco se recuperaba del alcohol, y el malestar comenzaba a dar pequeñas señales de la existencia de ciertos recuerdos. Ante tal panorama retomé la búsqueda de mi compañero. Tras varios minutos recorriendo la periferia de la circular barra lo encontré. Estaba arrinconando a la anterior rubia contra una de las esquinas, permanecía totalmente estirado para poder besarla. La diferencia de estatura era casi ridícula, cualquier otro habría empezado a reír y no se habría detenido la broma hasta pasado unos años; yo no era ese tipo de persona. Mientras me acercaba no pude evitar sonreír, aquella chica era incluso más alta que yo, debía medir 1,90m como mínimo. Cuando estuve en la espalda de Salvador comencé a darle toquecitos con la base de la botella, su respuesta era la esperada tras años de experiencia y amistad: alejó la mano de la cadera de la señorita y recibió la bebida. No hacía falta que realizara ningún otro movimiento ya que estaba en pleno calentamiento, en ese momento un buen amigo no entra a molestar, tan sólo para darte más alcohol. Me alejé del panorama antes de que por un extraño casual quisieran incluirme en aquel circo que tenían montado.

No miento si digo que en aquel momento necesitaba recuperar la inestabilidad de la embriaguez, la desinhibición y la decadencia de perder el control de mis actos y emociones; por ello la panacea no duró mucho más que media docena de tragos. Movilicé mi cuerpo de la barra con esfuerzo ya que había sobrepasado mis límites con aquella cantidad que había tomado súbitamente. Llegué a duras penas a las puertas del servicio con un pensamiento bailando en mi cabeza: "El buen bebedor es buen meador.". El baño estaba lógicamente bastante sucio, tenía un mingitorio, un lavamanos y la clásica estancia sin techo del inodoro. Los tonos blanquecinos no tenían nada que ver con lo que era el local. El mingitorio estaba ocupado por un hombre con forma de barril y melena oscura más cuidada que su propio cuerpo. Entré tambaleándome tanto que me llevé con mi hombro la humedad de un buen tramo de los azulejos de la pared, una vez llegué al inodoro cerré la puerta tras de mí. Comenzó entonces una lucha de casi un minuto mientras quitaba correa, botón y cremallera, mientras lo conseguía el ruido de la cisterna indicaba que me había quedado solo. El placer que se siente al orinar cuando vas colocado es una de las sensaciones más reconfortantes que existen, si no fuera por la intensidad y profundidad de un orgasmo podría fácilmente competir con él.
- Si así suena el chorro... ¿cómo será la manguera? - Abrí los ojos totalmente descolocado ante la estridente risa, hasta se detuvo por un momento el chorro del que hablaba. - Estoy aquí arriba, maldito borracho. - Separé finalmente la mirada del inodoro y encontré a Irina sentada y agazapada sobre la pared sin techo.
- No, no, no, no. - Murmuré reiteradamente alzando cual crescendo mi voz al ver que se deslizaba por la pared, entrando con total facilidad. Comenzó a sacudir sus manos en mi chaqueta sin separar su mirada de mi miembro. - ¿Qué coño haces? Jodida lunática. - Volví a alzar la voz notando que algunas palabras salían de mi boca con dificultad. No comprendía cómo no había notado la diferencia del volumen de la música que se daba al abrir y cerrar la puerta... no recordaba el alcohol en sangre.
- ¿Ya te acuerdas? - Susurró después de colocarse de puntillas, para hacerlo en mi oído. Su mano derecha estaba agarrando mi miembro, estaba masajeando con delicadeza para que cayeran las últimas gotas que quedaban por salir.


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