lunes, 9 de marzo de 2015

El diario de Nearly #4

El tronar de nuestras botas fue acompañado por el tenue sonido de las primeras gotas de una aparente llovizna. Alcé el rostro vislumbrando lo poco que los descomunales edificios de la ciudad dejaban entrever, no se apreciaba la luz de la luna tras aquel manto oscuro.
- ¿Tu casa dónde está? - Pregunté volviendo mi mirada al horizonte mientras mi mente predecía el aguacero. Pequeñas gotitas resbalaban por mi rostro simulando lágrimas.
- ¿Te quejas de unas pocas gotas? - Contrapreguntó rápidamente como si lo esperara ya que llevábamos cerca de veinte minutos andando.
- Por ésto te dejé. - La lluvia arreció. - Detesto la prepotencia de una contrapregunta, respóndeme. -
Estábamos empapándonos y seguía sin encontrar mi respuesta. Fue inevitable que nuestras cabezas descendieran y que buscáramos como gatos mojados lugares donde resguardarnos durante el camino. Al parecer debíamos estar cerca ya que sacó las llaves y comenzó a jugar con ellas, creando un alegre ritmo con el tintineo.
Pasaron diez minutos desde que sacó las llaves; mi paciencia se acabó. Aproveché la cubierta entrada de una juguetería para agarrarla de los hombros y arrinconar con medida brutalidad su cuerpo contra una de las cristaleras, el tintineo cedió. Me sorprendió la facilidad con la que pude movilizarla, aquella rutina de ejercicios estaban dando sus frutos.
- Espero que te estés divirt... - Mis labios fueron interrumpidos con un inesperado beso. Me separé tanto de ella que quedé bajo la tormenta, no me importaba. Su rostro era una pícara explosión de picardía calculada, sin previo aviso retomó el camino volviendo aquel molesto tintineo. Tras una decena de pasos se acercó a un portal y abrió la cerradura.
- ¿Vienes? - Vociferó manteniendo una amplia sonrisa.
Aún seguía en la misma posición con los ojos entrecerrados por la lluvia y la rabia, en aquel momento mi característico pensamiento lógico dedujo lo que ocurría; pretendía someter a un extremo mi bárbara pasión y finalmente lo había conseguido. Quería y debía destrozar cada ápice de su cuerpo, me acerqué y entré primero.

El húmedo chapoteo de nuestras botas nos condujo al ascensor donde Irina comenzó a desnudarse, seguí su ejemplo. Ella pretendía revivir cada locura que vivimos estando juntos, deseaba reencarnar la enajenada lujuria que compartimos años atrás. Para cuando llegamos a la novena planta sólo nos quedaba la ropa interior, durante el striptease sólo nuestras miradas tuvieron el privilegio de disfrutar. Agarré toda la ropa al abrirse la puerta del ascensor, la joven salió con las llaves en la mano y me guió entre risas compartidas hasta la puerta de su casa.
- ¿Hay alguien en casa? - Gritó antes de cerrarse la puerta, creando un repetido eco por toda la manzana. No había nadie en casa ni nadie durmiendo en las viviendas vecinas, de eso estaba seguro.
Giró la cabeza atravesando todo mi ser con su felina mirada, súbitamente lanzó las llaves a una cesta de mimbre dispuesta sobre una entradita, y acto seguido salió a correr perdiéndose en la oscuridad. Avancé hasta lo que parecía un salón, la única claridad que se apreciaba provenía del cuarto de baño. Dejé caer la maraña de ropa, había perdido volumen por el camino pero poco importaba en ese momento. Noté que vibraba el conjunto, debía ser un móvil, de nuevo mi indiferencia fue plena. El murmullo de un torrente de agua activó mi psique lo suficiente como para percatarme del frío que estaba pasando, aguanté como pude los temblores que con ímpetu querían dejarse ver.
Finalmente entré al cuarto de baño encontrando a Irina desnuda, se estaba quitando el maquillaje frente al espejo, a su lado una descomunal bañera azulada emanaba cálido vapor. Pensé en el vapor y sellé la habitación.
No pude evitar observar con detenimiento cada parte de su cuerpo. Poseía la delicadeza y figura de un cisne, no mediría mucho más que metro y medio y era blanca como la nieve al caer. Con discretas cicatrices por casi todo el cuerpo, eran las marcas de su excentricidad. Sus pechos eran proporcionales a su estatura pero no a su delgadez, estaban firmes y la cúspide de éstos eran pequeñas galletas puntiagudas. Al centrarme en sus nalgas no pude evitar darles un sonoro azote, su piel estaba tan fría como la mía.
- Ya estoy lista y por lo que veo tú también. - Señaló en el espejo la erección que había nacido en mi bóxer. Me lo quité cual perro en celo.
No me reconocía. Había jurado no volver a tener contacto con Irina y mi corazón no estaba preparado para volver a sentir aquel deseo irrefrenable. Supongo que sólo necesitaba un empujón para darme cuenta de que era un animal con instintos, un depredador, o quizás con la polla dura perdía lo poco que me quedaba de cordura.
Decidí no darle más vueltas y que el Nearly del futuro se hiciese cargo.


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