martes, 3 de marzo de 2015

El diario de Nearly #1

Improvisando entre bailarinas y actrices de reparto, perdido entre centelleantes faldas, descubrí que no existía ningún olor especial entre la multitud. No había voz ni tez que calmara el pesar que me arrastró a aquel lugar tan sombrío como colorido. Sentí como mi cuerpo antes danzante se paralizaba embargado por una fría sensación eléctrica, por lo que comencé a recibir torpes golpes por parte de los demás.
- Necesito salir de aquí... - Murmuré al oído de un hombre sonriente de barba prominente y cabello con rizos totalmente alocados. Su energía lo hacía parecer menor que yo, pero no era así. Giró la cabeza para asentir y volvió a divisar el cuello de una chica exageradamente alta y de melena dorada con la que llevaba varias horas restregándose. Entendía el fundamento de este tipo de locales pero no eran el mejor lugar para conocer a nadie, a no ser que quisieras conocer ciertas partes de su anatomía; por lo general, no existían mentes interesantes en aquellos concurridos lugares.

Con esfuerzo abrí la puerta metálica, al parecer el cambio tan brusco de temperatura al salir no afectaba solamente a la salud de las personas, sino también al peso de las puertas debido a la presión. Tendría en mi sangre el alcohol equivalente a casi cuatro litros de cerveza, gracias a ello mis pensamientos divagaban entre cambios de presión y el insulso ambiente, evitando por un instante la razón por la que estaba saliendo de allí.

Al respirar, el aire frío y húmedo llenó mis corrompidos pulmones. Seguramente aquella noche llovería por lo que saqué el móvil del bolsillo de la chaqueta de cuero y observé durante unos segundos la hora: "05:15 AM". "Ya es hora de que Salvador remate la faena o se le pasarán los huevos por agua." Pensé riendo para mis adentros mientras cruzaba la calle dispuesto a apoyar la espalda en la pared situada frente al local "Perro Verde".

Saqué con maestría una cajetilla de marca barata y agarré con los incisivos uno de los cigarrillos, al volver a guardar la cajetilla apareció de entre mis dedos un Zippo que desapareció nada más prendió la llama. Mis ojos se tornaron opacos ante la primera calada, dejé que mi cuerpo se desvaneciera por unos segundos y recuperé el control antes de caer sentado al suelo. Había vuelto aquella sensación de vacío y desesperanza que sólo se obtiene al perder absolutamente todo, al perder incluso tu cordura. Ante aquel malestar recurrí a la apatía, cerré los ojos y dejé mi cuerpo totalmente relajado. Pensé que llevaba así cerca de media hora hasta que las brasas comenzaron a chamuscar mis dedos, supe entonces que no habían pasado ni 5 minutos; ni yo mismo me aguantaba. Sacudí mis dolidos dedos lanzando por los aires el cigarro totalmente consumido por el ambiente, aquel dolor me sirvió mucho más que aquella supuesta relajación improvisada, había conseguido que abriera los ojos y centrara mi atención en quien tenía delante.

Su semblante era fiero, portaba una pícara sonrisa y unos ojos tan penetrantes como agujas. Su pelo alisado resistía la humedad y los tintes, ya que parecía sano aún portando el rubio ceniza, el rosa chicle y el morado. De baja estatura y complexión exageradamente delgada, aparentaba debilidad pero sabía por experiencia que era digna de respetar; era una de tantas parejas fallidas, uno de tantos amores con fecha de caducidad.
- Al fin te encuentro, echaba de menos esa careta de subnormal que se te instala en tu puta cara cuando estás colocado. - Por cada palabra su sonrisa se ampliaba hasta llegar a ser casi una carcajada entre ademanes dignos de la más ruin sorna. Mi respuesta no fue otra que un leve tic ocular y una bofetada en su rostro, aquellas palabras habían cambiado por completo el brillo opaco de mis ojos por un brillo acuoso. La respuesta ante tal acto no fue otra que una sonora carcajada y una respiración acelerada emulando enfado, en mis adentros sabía que existía excitación sexual en aquella reacción.
- ¿Qué coño haces? ¡Gilipollas! - Gritó encolerizada y súbitamente comenzó a patear con saña mis espinillas con sus pesadas botas, al tercer golpe agarré su frente con una mano y le empujé haciéndole caer con el trasero.
- Irina... te dije que desaparecieras de mi vida. Vete. - Cargué el tono con sincera indiferencia remarcando la orden por encima de todas las demás palabras. No era la primera ni la última vez que me encontraría con ella, casi parecía que su sino era volver a mi vida para hacérmela imposible. Al cabo de unos segundos de confusión se incorporó, se acercó con teatral delicadeza y me abrazó quedando su mejilla en mi pecho. Mis ojos no los pudo apreciar pero eran claros designios de pérdida de paciencia. Estaba completamente loca y yo iba a ser su presa aquella noche.
- Siento mucho lo de Amara... - Al escuchar aquel nombre los brazos que intentaban separarla cayeron abatidos junto a cabeza y párpados, quedé refugiado en aquel calculado acto de cariño. Era consciente de lo que pretendía pero me sentía tan indefenso que cedí a pasar lo que quedaba de noche con ella.
- ¿Qué hacías sola a estas horas de la madrugada? - Susurré curioso aclarando un poco la situación y colocando mis manos sobre su cintura de avispa.
- ¿Nunca has salido solo a dar un paseo a esta hora? Eres un chico muy dependiente... - El ataque tan gratuito como esperado fue suavizado con el leve roce de su pierna en mi entrepierna; sí, lo que pretendía era aprovechar mi situación para saciar su deseo, como siempre. Deshice el nudo de nuestros cuerpos casi al instante y sin mediar palabra me dirigí hacia el local siendo perseguido por una mujer con cuerpo de niña y aires infantes.


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